Es posible que Quirón, el centauro, hijo de Crono y de Filira, sea el primer gran educador del que tenemos noticia. Según la mitología, dominaba las artes de la música, la caza y la medicina y tenía una paciencia extraordinaria. Entre otros, Quirón fue el tutor de Aquiles, Teseo, Heracles y Jasón, líder de los argonautas en su búsqueda del vellocino de oro.
Hay múltiples relatos, tanto en la literatura como en el cine, en los que aparece el personaje del tutor, del maestro, que acompaña al protagonista de la historia transmitiéndole su sabiduría. Suelen ser relatos de éxito, al igual que otros en los que aparece un profesor no convencional que mantiene una relación especial con sus alumnos.
Con distintos nombres y atribuciones la figura del tutor es muy antigua en la historia de la pedagogía. Es una figura diferente de la del profesor, aunque las dos pueden confluir en la misma persona. El tutor sería aquel que asume la responsabilidad de velar por la educación del que tutela. Es un consejero, con más sabiduría y experiencia, que orienta y acompaña a otro en su aprendizaje. Para ello es preciso que lo conozca lo suficiente y que tenga el interés, la preparación y la dedicación necesaria para cumplir su función.
En las escuelas actuales, lo habitual es que cada grupo de alumnos tenga varios profesores y que uno de ellos, además, sea tu tutor. Su papel suele consistir en servir de referencia y actuar de interlocutor con los padres y el resto de profesores de los alumnos que tiene asignados. También se ocupa de gestionar algunas actividades grupales, como recaudar fondos, gestionar visitas y otros asuntos por el estilo. Si hay algún problema en el grupo, como el rechazo o el acoso de algún alumno o la mala relación con otro profesor, sería el responsable de solucionarlo.
Como puede verse, esta es una versión muy limitada de lo que debería ser la acción tutorial. Pero es que la actual organización escolar no facilita ni potencia que sea de otra forma. Los centros educativos suelen ser tan grandes y las funciones y atribuciones de cada cual están tan establecidas que la educación llega a convertirse en un proceso frío e impersonal, en el que cada uno se limita a dar las clases que le corresponden, desarrollar su parte del temario, cubrir sus guardias, asistir a los claustros y reuniones estipuladas y poco más. Al igual que sucede con los médicos en el sistema sanitario, se llega a tener la sensación de que los profesores ejecutan un protocolo y no se salen de él.
Un profesor de secundaria imparte una media de 20 horas lectivas y atiende a 4 grupos, lo que hace un total de unos 120 alumnos. En el caso de que, además, sea tutor, su horario incluye una sesión semanal destinada a la acción tutorial, que se lleva a cabo en grupo, y una hora que debe reservar para entrevistarse con aquellos padres que lo requieran o a los que considere oportuno citar. Queda a discreción de cada tutor el tiempo que le dedica a cada alumno fuera de este periodo, es decir, en aquellas horas que se consideran no lectivas y se destinan a la preparación de clases, coordinación con otros profesores, sustitución de profesores ausentes, corrección de exámenes, elaboración de programaciones y otras labores, necesarias o impuestas, asociadas a la docencia.
En primaria las cosas son distintas: el profesor tutor suele impartir más de una materia, con lo que pasa más tiempo con sus alumnos y, en consecuencia, los conoce más y puede encontrar más momentos para establecer una relación personal con ellos. Aunque con el bilingüismo las cosas han cambiado y es habitual que los alumnos tengan más profesores de los que deberían tener y que su tutor, si no tiene la habilitación correspondiente, solo pueda impartirles determinadas materias. Habrá, por tanto, unos cursos más tutorados que otros, aunque todos tengan tutor.
En cualquier caso los alumnos acusan la diferencia entre la atención y el seguimiento que tenían en sus primeros años de escolarización y la que reciben, o más bien dejan de recibir, al comenzar la educación secundaria. Y es posible que la adolescencia sea el momento cuando más se necesite un tutor; una etapa en la que se precisan héroes, artistas, sabios y amigos mayores a los que tener como referencia.
Lamentablemente, no hay héroes, artistas o sabios suficientes para todos, pero no resulta tan difícil encontrar un amigo mayor, alguien que actúe como preceptor, que se haga responsable de orientar y acompañar a otro en algún aspecto de su educación.
Y aunque un preceptor no es lo mismo que un tutor, es alguien que ya ha recorrido el camino que otro va a recorrer y se ocupa de supervisar el progreso y los actos de aquel que tiene a su cargo. Alguien que se preocupa por él, le escucha y le aporta su experiencia. Es una figura que ya existía en las antiguas escuelas unitarias, en las que los alumnos mayores se ocupaban de enseñar a los más pequeños. Una figura que se puede recuperar y que ayudaría a los tutores en su labor.
Queda por definir la manera en que los tutores elegirían y formarían a los preceptores así como el modo en que habría que modificar los horarios y las agrupaciones por edades para que el trabajo de los preceptores pudiera llevarse a cabo. Y es muy posible que, al hacerlo, hubiera que replantearse muchos más aspectos de la institución escolar.
He comentado sobre el tema en
http://eduideas2.blogspot.com.es/2008/01/la-tutora.html
y http://eduideas2.blogspot.com.es/2013/07/la-tutoria-ii.html
Compartimos inquietudes
Quiero felicitarle por traernos a la mente otras posibilidades formarivas Nuestro sistema educativo es fruto de las necesidades de la revolución industrial, más preocupado por obtener mano de obra cualificada y ciudadanos uniformados que por el desarrollo de la individualidad y la creatividad de las personas que buscan su felicidad. Un sistema de tutores y preceptores podría sacar la educación de las burocracias y potenciarla enormemente. Gracias